miércoles, 26 de agosto de 2009

.Adicción al miedo.


Cuando pensamos en la palabra adicción, solemos pensar en las drogas o el alcoholismo. Muchos de nosotros puede pensar que no somos adictos a algo, pero la sociedad moderna en general está llena de comportamientos adictivos. Todo lo que usamos para distraernos de nosotros mismos es una forma de adicción. De hecho, todas las adicciones se derivan de la necesidad de alejarse de lo que se siente, para adormecer el dolor, el vacío, la desilusión. Tal vez el uso de la televisión o el internet para salir de nosotros mismos. Tal vez abrir la nevera o encender un cigarrillo cada vez que uno se siente ansioso.
La forma de la adicción puede variar, según el nivel de obsesión, pero el sentimiento interno de descontento es la raíz de todo comportamiento adictivo.
La razón de que tenemos tanta dificultad para estar con nosotros mismos es que hemos perdido de vista nuestra verdadera esencia, lo que yo llamo amor-conciencia. El amor-conciencia es la experiencia de la absoluta libertad y la alegría que se encuentra dentro uno mismo, pero que, debido a todas las cosas que han pasado en nuestras vidas, yace oculto. Se encuentra debajo de las capas de dudas, de resentimiento y frustración, acumulados a través de las decepciones y traumas de toda una vida. No se han ido a otro lugar sólo nos hemos distrído y estamos tan acostumbrados a mirar hacia afuera de nosotros mismos en busca de nuestra satisfacción que nos hemos olvidado de dónde encontrarlo.
A la mayoría de nosotros no nos gusta estar con nosotros mismos ni sabemos cómo lograrlo, pero para comenzar es necesario aceptar las partes de ti rechazas como el resentimiento, los celos, la ira, la vergüenza, y descubrirás la verdadera fuerza que emergeras al abrazar te así y descubrir que el poder de la vulnerabilidad. Creemos que la vulnerabilidad es débil, te invito a encontrar su poder y fortaleza, te invito a sentir la potencia del amor a tí.


Autor desconocido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://portaldereflexionteologica.blogspot.com/


Quién sabe...

Un campesino vivía con su hijo en la montaña cuidando animales. De todos, el caballo era el que mas necesitaba para realizar los trabajos diarios.
Una mañana, cuando el muchacho salió a trabajar, se dio cuenta de que el caballo había desaparecido. Desconsolado, fue donde su padre.
-¿"Mala suerte" dices? ¡Quién sabe! –fue todo lo que respondió el viejo. Y continuó ocupado en su trabajo.
A los pocos meses, el caballo volvió a la granja, acompañado por una yegua. El hijo, feliz, avisó enseguida a su padre. "¡Mira qué suerte, padre!"
-¿"Buena suerte" dices? ¡Quién sabe! –fue todo lo que comentó.
Al poco tiempo, el hijo cayó de la yegua y se rompió una pierna, quedando inútil para el trabajo para una buena temporada. "¡En tiempo de siega! ¡Qué mala suerte!" –le decían los vecinos al padre.
- ¿Mala suerte? Quién sabe…
Unas semanas después, llegaron los soldados y reclutaron a todos los jóvenes para la guerra. A causa de su renquera, el chico no fue seleccionado…
- ¡Qué suerte has tenido! –le decían.
- Quizás. Quién sabe…
Había aprendido la lección…
(Narración popular china)


Nos encantaria algun aporte en nuestro portal.. somos estudiantes de teologia de costa rica

María Laura dijo...

DEBO APRENDER A ABRAZARME, PARA PERDER EL MIEDO A LA VIDA,

BESITOS.