viernes, 21 de agosto de 2009

.Mano.


Y así esta mano que realiza, esta mano que conoce, así también la mano que sana, porque siempre hay una mano en la mitad de un gesto, que nos salva de caer en el abismo, porque siempre hay una mano que se posa en la rodilla herida cuando alguna vez caíste, porque siempre hay una mano que se estrecha a la nuestra cuando alguien se pierde o que acaricia los cabellos cuando una pena muerde, porque siempre hay una mano que se extiende par a arrancarte de las telas que aprisionan las libertades propias, porque siempre hay una mano que podrá traerte desde el cielo la energía que calme, limpie, desbloquee y alargue la paz que tantas veces se pierde, porque siempre hay una mano para darla, para que tomada de otra mano haga que la vida sea verde, porque siempre hay una mano que podremos darnos. Entonces no podríamos dejar de convencernos que éste es el tiempo necesario, para hacer de nuestras manos la herramienta que abra, que guarde, que invente, que amase, que se hunda en la humedad de la tierra fértil y que acune la semilla que aguarda y que abone y que riegue y que al primer brote haga una sombra, agregue una guía, proteja, pode y cuide, hasta que un día tome de los frutos, aquellos suficientes para sí y para prodigarlos al mundo y que luego acaricie la frente secándose el cansancio tibio de una vida fértil, de una mano nido, firme, escultora, herramienta, tierna y extensión del corazón de cada uno y de todo el planeta.

Teresita Ferro

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