lunes, 14 de junio de 2010

.Trascendiendo viejas estructuras, los pioneros.



Un pionero es aquel que trae algo nuevo, se adelanta y proyecta hacia lo que vendrá. Pese a que el entorno mantenga su tradicional mirada, el pionero es aquel que puede proponer por primera vez otro giro y enfoque para el futuro. En todas las épocas ha habido pioneros, iniciadores, creadores de nuevas teorías, revolucionarios sociales. Sus aportes han sido absolutamente necesarios y han marcado un antes y un después en la evolución de la humanidad.

Todos internamente tenemos un pionero, una fuerza iniciadora que expresa lo más único que somos, nuestro Espíritu. Un inspirador que se sale muchas veces de la norma y que se eleva por sobre lo determinado. Pero hay algo que contiene a esta fuerza y limita su expresión ¿qué es?
Son muchas las personas con un gran deseo de cambio, pero que no logran concretarlo. Son muchos los seres que, sintiendo que deben hacer algo para transformar o transformarse, prefieren serenar su impulso, pensando largo tiempo en el futuro incierto al que los llevaría este nuevo paso. ¿Cuál es la diferencia que existe entre aquel que sueña
con aquel que hace realidad un sueño? ¿Cuál es la diferencia entre aquel que comunica lo que siente y lo que piensa por más que lo consideren delirante, volador, poco concreto o ingenuo por no ver la “realidad”, con aquel que calla y que en silencio se dice “termina con esto, quiero ser “normal”, quiero entrar en el mundo en donde están todos”?
¿Cuál es la diferencia entre aquel que se considera raro, extraño, diferente, con aquel que se siente vivo, inspirado y capaz de llevar a cabo su pensamiento innovador?
¿Cuál es la diferencia entre el que hace o intenta hacer, con aquel que no hace ni lo intenta?
Escucho cotidianamente decir a las personas que se sienten “ajenas a su entorno”, que no se sienten comprendidas, que no se sienten “parte de”, que piensan diferente y tienen gustos distintos a la mayoría, que prefieren muchas veces la soledad que estar en un lugar donde no pueden ser ellos mismos. Escucho, en las consultas que recibo a diario, a docentes decir que están luchando con las viejas estructuras de educación. Escucho a padres decir que quieren ofrecerle algo distinto a sus hijos y no saben por dónde, que no hallan alternativas. Escucho a médicos, psicólogos, distintos terapeutas decir “necesito abrir más mis conocimientos, necesito informarme acerca de lo que está sucediendo porque lo que he aprendido no me alcanza para esta Era”. Para que los que busquen, encuentren; para que los que se sienten solos, encuentren compañía afín; para que los que necesitan un terapeuta distinto, lo encuentren sin dificultad; para que el terapeuta distinto reciba a las personas que lo necesitan; para que haya nuevos enfoques, nuevas posibilidades, más alternativas, cada uno debe reconocer el llamado interior. Cada uno debe animarse a ser pionero, a ser iniciador, a ser creador de lo nuevo. Cada uno debe tomar su lugar como una bendición, agradecerlo y vivirlo con dignidad y con amor.
Hablo de tomarse a si mismo, para definitivamente permitirse ser que quien se Es.
Finalmente se descubrirá que ya no son sólo unos pocos los que se adelantan a este tiempo, son muchas las Células de Dios que están despertando y sintiendo que son un pedacito de la existencia, responsables y libres de expresar lo que quieren Ser, parte creadora e iniciadora de la Nueva Humanidad y del Nuevo Mundo. Estoy hablando de CREER en uno mismo, pero en lo más profundo de uno mismo: nuestro Espíritu, que es el que sabe.
Hablo de reconocer la chispa divina, nuestra Estrella guía, y CREER en su inspiración. Inspiración que está unida a algo superior, a una Fuente de Sabiduría. Puede que en este reconocer mi lugar y llamado de mi esencia se genere un contraste afuera, una división de caminos, una marcada diferencia en los tiempos y los cambios del otro con respecto a los míos. Puede que si decido hacer un cambio muchos no lo entiendan, lo rechacen o lo cuestionen, pero ¿importa esto? y si importa, ¿a qué parte de mi le importa? Muchas veces esto se convierte en una lucha de egos, en un dialogo en distintos idiomas, en una discusión que no lleva a nada constructivo. Tampoco se trata de decir “no me importa aquel porque yo estoy haciendo algo más valioso (pensando internamente: soy más “evolucionado” )”. No. Se trata de reconocer que cada uno está en un tránsito, tránsito que debe ser respetado e incluso reverenciado, pero a la vez es importante escuchar mi llamado y ser fiel a mi esencia. Otras situaciones que comúnmente suceden cuando una persona comienza a sentir y reconocer una nueva búsqueda, es que se quiere acelerar el proceso del otro o se quiere convencer al otro de las bondades del camino elegido. Y en el otro extremo, lo que muchas veces sucede es que al ver que es tan grande el cuestionamiento de afuera, o que al hacer el cambio se “aleja” tanto de los que ama, que consciente o inconscientemente la persona decide olvidar esta locura de cambiar, o bien se detiene a esperar hasta que el otro en algún momento entienda y acompañe lo que quiere hacer.
Esto, que parece el acto de mayor amor, es imponer mi voluntad sobre la de otra persona, por más amor que yo profese en su causa. Es no respetar el libre albedrío y el momento que el otro está transitando orgánicamente. Es también desviar mi camino por tomar el camino de otro.
Es no confiar que mi llamado está siendo guiado y que es perfecto en tiempo y lugar. Es miedo, miedo a no estar haciendo lo correcto.

El miedo al error
Muchas veces es por miedo al error que no se sigue la intuición o el impulso interior, miedo a ser juzgado, a equivocarse, a no tener la suficiente sabiduría para explicar el porqué de mi elección ya que muchas veces la mente no comprende. ¿Cómo explicar con teoría o palabras algo que proviene de una fuerza esencial, viva por si misma, que no necesita la razón para sentirse fuerte y capaz, que no necesita la justificación para sentirse en lo correcto? Muchas veces he escuchado decir “mi idea no es para este mundo” o “yo nací en el momento equivocado”. ¿Hay error? ¿No será que el miedo no me permite probar qué habrá más allá, entonces prefiero pensar que es una locura, que lo que quiero no tiene lugar en este tiempo?

Propongo un ejemplo para ver cuáles patrones se ponen en juego en estos casos. Planteemos un grupo. En este grupo se está hablando de algo importante que debe ser resuelto, y deben decidir entre todos cómo hacerlo. La persona que presenta el tema a resolver también expone su forma de solucionarlo y la justificación del porqué lo haría de esta forma. Esta persona es tan convincente con su justificación que convence a todos sin que haya ninguna resistencia. Todos internamente piensan "si claro, es verdad porque..." y exponen más teorías que apoyan esta forma de hacer las cosas. Pero en este grupo hay una persona que no le resulta convincente esta propuesta, y piensa/siente que hay otra forma más adecuada para resolver la situación. Pero... todos piensan que esto está bien así ¿qué hace esta persona? Tres opciones…
Una, mantiene el silencio, ve que si la mayoría piensa que esto es correcto es porque debe ser así. Comienza internamente a convencerse a si mismo de que esto indudablemente es correcto. Tanto se convence que llega un momento en que se olvida que alguna vez estuvo en desacuerdo,“¡que ridículo pensar algo distinto a esto!" se dice.
Opción dos, no está de acuerdo ni puede convencerse de ninguna manera que esa es la forma de resolver algo, pero como todos están de acuerdo le da temor plantear su idea. Todo el mundo le diría que está loco o le pediría explicaciones, y ¿cómo va a hacer para justificar eso si en realidad sólo siente que no es así, y no podría explicarlo? Además se expondría a los juicios de los otros, a que opinen de él, a que se rían de su propuesta. Es mejor callar, luego le contará a su mujer y amigos a qué absurda conclusión se ha llegado, y que él no ha podido hacer nada porque la mayoría estuvo de acuerdo….
En la tercera opción esta persona levanta la mano y dice “Yo pienso (siento, intuyo, percibo, creo) que esto sería más apropiado hacerlo de esta forma, me parece que se haría más rápido, que sería más organizado, que sería un mayor beneficio para todos, que sería presentar una nueva forma a muchas personas, etc”. Sin negar ni criticar la otra idea, sólo manifestando constructivamente la suya.
Y cuando se concluye su opinión, de repente muchos de los que estaba tan convencidos de la otra opción empiezan a decir “Si, es verdad, a mi también me parece porque…”, o “Pensándolo bien esta idea puede ser más beneficiosa” o “Tienes razón, no lo había pensado de esa forma…”.
En profundidad esto demuestra que muchos en realidad no estaban convencidos de lo que decían, simplemente no se animaron a decir algo distinto. Otros, no queriendo hacer un esfuerzo para reflexionar acerca de ello, dijeron que si a todo, ya que cuando más rápido nos ponemos de acuerdo, más rápido nos vamos a nuestras casas. Otros, aun estando convencidos se abrieron a escuchar esta nueva forma y se dieron cuenta de que así era mejor “Me gusta esa propuesta…” Ahora pensemos en la opción tres pero imaginemos a una persona muy iracunda, que se irrita cuando los otros no piensan bien las cosas, que se indigna cuando no son creativos o cuando son simplistas. Que se indigna cuando escucha que todos asienten sin pensar en lo que dicen. Esta persona toma la palabra totalmente corrida del eje y lo primero que hace es destruir y criticar lo que entre todos habían generado. Irritado, manifiesta su descontento y expresa su visión sobre el asunto, exactamente la misma visión que la persona de la tercera opción que lo expresaba desde el lugar constructivo, con la diferencia de que lo dice gritando o levantando la voz, queriendo imponerse sobre los otros. Todos se ponen agresivos, “¿cómo puede ser que esta persona sea tan destructiva y tenga tan mal carácter?”
De nada sirve su propuesta, en realidad nadie la escuchó, todos se detuvieron en la agresión con la cual se comunicaba.
Todo se hecha a perder, la decisión se toma por mayoría, y todos se van enfurecidos a sus hogares pensando que en definitiva es mejor callar que decir las cosas de esa manera… Estas tres o cuatro formas que plantee son fuerzas arquetípicas. Esto mismo sucede en la humanidad, muchos se auto-convencen porque no se atreven a sentirse diferentes, a escuchar el llamado de cambio interior. Otros prefieren callar porque no están dispuestos a hacer el ridículo, ni a sentirse juzgados por el de afuera. Otros, por defender fervientemente su idea, pierden su eje y todo se vuelve una guerra por la razón. Otros escuchan su llamado, sienten que una nueva forma de vivir se avecina, y sin generar conflicto, lo hacen, son el cambio. No hay discordia afuera porque esta persona no tiene discordia adentro. Tiene amor que parte de su inspiración, de su Espíritu, de la Fuente de Sabiduría.
Y sin querer lograrlo, esta persona logra ser ejemplo, ser inspiración para otros. Hace reflexionar, hace vivir lo que muchos han dejado morir.

El secreto y desafío
El secreto, que no es un secreto pero si muchas veces es un desafío, es hacerlo con amor. Es ser auténticos sin que esto signifique fomentar la diferencia, sino la unidad.

Y para sentir esta unidad, no hay mejor forma que reconocer que todos somos espíritu transitando un camino. Entonces en mi encuentro con el otro no voy a mirar su personalidad, ni voy a mirar lo diferente que piensa a lo que pienso yo, no acentuaré lo que me aleja de esta persona, ni intentaré acelerarle su paso. El secreto/desafí o es que al encontrarme con el otro, yo pueda mirar lo más verdadero que este Ser Es. Pueda mirar su Ser, verlo y sentir que es una unidad conmigo. Venerar lo que está eligiendo, reconocer que camina otra parte del gran camino por el que todos caminamos.
En el fondo de sus ojos, Yo y Él somos lo mismo. Al final del camino nos encontraremos en la misma Casa. Hubo un momento en que lo más valioso que existía entre los seres humanos se perdió, se perdió la conexión entre ellos, la hermandad entre ellos, el saber que todos compartíamos el mismo origen. Que más allá de las superficiales diferencias, somos Espíritu y allí reside nuestra igualdad y hermandad. Esto se perdió y fue duro, todo se transformó en un sin sentido, todos comenzamos a mirarnos como desconocidos, ajenos el uno del otro. Esto es lo que debemos recuperar, cuidar, regar con nuestros propios actos. El encuentro con la igualdad y unidad. En un futuro, que todos esperamos que sea pronto, volveremos a formar una familia y recuperaremos la alegría de ser Hermanos, Seres de una misma Raza, Espíritus provenientes del mismo cielo.

Rudolf Steiner dijo acerca de esto: “Lo esencial en la vida es que ciertos intercambios y relaciones que se establecen entre los seres humanos suceden a un nivel más profundo. Cuando un hombre se dirige a sus semejantes con el presentimiento de lo espiritual que vive en cada alma humana, anula con ello ciertos lazos muy distintos, que si solo viera en ellos lo que supone un concepto materialista del mundo. El enigma sagrado de cada alma humana sólo puede sentirse si somos capaces de proyectar en dicha alma un poco de luz espiritual. Al profundizar en los misterios cósmicos, de los que dependen los misterios humanos, aprendemos a discernir lo que Es verdaderamente la naturaleza de nuestro prójimo. Aprendemos sobretodo a hacer callar en nosotros todos los prejuicios que podríamos abrigar contra él, para conocer y servir su verdadera personalidad.”

(Del libro “La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento.”) Conservar, cuidar, nutrir nuestro propósito, nuestro impulso creador y creativo, no debiera confrontar con la vida de otro ser, que en apariencia, no elige este camino. Si lo que hacemos lo hacemos con respeto, siendo fieles a nuestra esencia y guiados por lo más elevado de nosotros mismos, siempre habrá construcción a nuestro lado. Y si en el afuera se despierta un deseo de cuestionar, de quebrantar, de destruir este impulso, no habrá forma que esta energía, que no es más que una distorsión del amor, pueda encontrar un punto dentro mío donde pueda alimentarse. Si lo que yo realizo no lo hago para destacarme, para que otros vean lo que soy o no soy, si simplemente lo hago porque lo debo hacer, fuera de mí, lo que yo emita, no generará conflicto capaz de abrir un fuego. Cuando dije que si el afuera cuestiona, no comprende o hasta desea destruir un impulso que realizo, esto parte del amor distorsionado, me refiero a que el afuera no está haciendo más que defenderse o defender lo que cree que es correcto. Es decir, es amor hacia lo que se cree o hacia si mismo, pero un amor inseguro. Un amor que muchas veces utilizamos en nuestras relaciones. Si el amor es elevado por más que no esté de acuerdo con lo que la otra persona haga, jamás me generaría confrontación sino complemento e inspiración. Hoy en día son muchos los pioneros, los iniciadores, los que traen sueños de la nueva tierra, pero muchas veces sus verdades se encuentran opacadas por la forma en la que son comunicadas y defendidas. Rápidamente el afuera siente una agresión y responde con otra agresión.
Somos Espíritu, todos, Yo y El Otro. Desde ahí debo procurar moverme, decir y hacer. Y eso mismo miraré del otro cuando me encuentre. Y a la vez, honrando todos los caminos, sabré que es mi deber evolucionar, aceptar y reconocer la esencia que traigo.
Si todos los seres humanos harían verdaderamente propia esta verdad que muchas veces repetimos en la frase “somos uno”, nunca dejaríamos caer nuestros sueños por la incomprensión del afuera, ni tampoco por defenderlos generaríamos una guerra de poder o una disputa por quién tiene o no tiene razón, por quién hace lo correcto y quien no, por quién es más evolucionado que quién. Es fácil sentirse uno con aquel que piensa, siente y hace igual o similar a mí, todos sabemos que la dificultad aparece con la diferencia, con aquel que justamente hace, dice y cree en algo que muchas veces hasta es opuesto a mí. ¿Cómo hacemos para sentirnos uno con este ser? Aquí podemos ver claro este gran juego que es la vida, juego que nos propone amar la diferencia. Si todos seríamos iguales, ¿aprenderíamos la tolerancia, el respeto, aprenderíamos a amar de esta manera más allá de las superficiales diferencias? Si nos reconocemos como seres espirituales transitando un camino en la tierra veremos que todos tenemos una parte de la verdad, que todos estamos haciendo lo correcto porque estamos haciendo lo que creemos correcto.
Además, algo se da mágicamente cuando no se desea convencer al otro o cuando naturalmente respeto el camino que otro hace. Mientras menos resistencia se genera, más apertura sentiremos que habrá del afuera con respecto a lo que soy y propongo. El silencio ha sido amigo de viejos soñadores, pensadores, iniciadores, aquellos que dijeron algún día que la tierra era redonda… Seguimos apostando a la redondez de la tierra pero ya el silencio ha quedado en el pasado. Cuanto más elevado es lo que siento con respecto a la humanidad, más debo encontrar la forma de plasmarlo. Y cómo lo plasmemos será parte de la creatividad y el amor que debemos manifestar. No importa si lo plasmo plantando un árbol, cuidando a un ser viviente, generando conciencia en los humanos, guiando un niño, respirando concientemente, haciendo un puente, manejando un taxi, diciendo una palabra, diciendo muchas palabras, escribiendo un libro o un poema de tres versos. Lo importante es que mi Hacer parta de lo más profundo que existe dentro y fuera de mi, de esta forma todo lo que diga, haga, sienta y piense estará armonía con todos los paisajes.

Autora: Nancy Erica Ortiz

Creadora del curso "Los Niños de Hoy"

1 comentario:

Ricardo José dijo...

Hola buenas noches, Sra. María. Como cada entrada, que es única, siempre hay algo de lo que podemos aprender, por mínimo que parezca. Muy buena entrada. Sabemos que comentar es agradecer. Que le vaya bien y saludos.